lunes, 9 de marzo de 2015

ME PICÓ UN TÁBANO

Cuando era pequeña, solíamos ir de vacaciones a un pueblecito de Málaga  llamado Campanillas. Siempre esperando que llegase el verano, porque eso quería decir que llegaba el adiós al colegio y el hola a las vacaciones.
Solo teníamos que esperar a que saliese de la boca de  mi padre ¡Ala Anita, prepara las maletas que mañana salimos de viaje!
Recuerdo aquel larguísimo viaje. Para nosotros era agotador; ese calor que hacía. No podías ni bajar las ventanillas porque te asfixiabas. Pese a eso, era emocionante porque nos acercábamos a la casa de mis tíos.
Estando ya en el pueblo, después de dejar las maletas y demás bártulos, nos fuimos a dar un paseo por el campo.
Todo era muy bonito, Esas cañas de azúcar, esos árboles frutales, ese río, que a pesar de estar en verano llevaba agua, no mucha, pero la llevaba.
Todos paseábamos entre la hierba descalzos, risas por aquí, risas por allá, jugábamos al pilla, pilla. ¡Ay! ¡qué bonito era aquello!
De vuelta para casa me tuve que parar en seco ¡Ay! ¡qué dolor! -Mamá, mamá, corre ven he notado un pinchazo en la mano.
Aquella fue la primera vez que me picaba un tábano.
Que manera de llorar, pensé que me quedaba seca, con tanto echar lágrimas ¡Como se me puso el dedo! Parecía una bota.
Luego nada, corriendo al médico, unos días de curas, mimitos y listo.

Yolanda Ortega

1 comentario:

  1. Describes muy bien las sensaciones de alegría y dolor. Eres muy expresiva.¡Pero ten cuidado con los tábanos!

    ResponderEliminar