jueves, 23 de abril de 2015

LAS BARRACAS

La primera vez que llevé a mi hijo a las barracas, se lo pasó muy bien, porque montó en los autos de choque y no quería bajar. Lo volví a montar, pero cuanto tocó que tenía que bajar, otra vez se agarró al volante del coche y empezó a chillar, y se puso muy nervioso, porque quería montar otra vez. En fin, que se volvió a subir, y cuando llegó la hora de marcharnos, empezó a gritar que no se quería ir de allí. Le compré un algodón de azúcar, se lo comió y se quedó dormido.


                                        Rebeca Jiménez

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